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Por Diego Roldán Luna
Si bien es común que las casas viejas se marchen, no es cierto
“que todas estén de más, como reza el nostálgico tango que
todos alguna vez hemos llorado.
Bien lo ha expresado Europa refiriéndose a su patrimonio arquitectónico,
cuando afirma que éste no solo está conformado por sus más
importantes monumentos sino también por los conjuntos que
constituyen las ciudades y los pueblos tradicionales en su
entorno natural o construido.
La falta de una reflexión civilista como esa, ha llevado a
que, en el caso de Cali y algunas otras ciudades colombianas,
conjuntos que una vez fueron hitos de la arquitectura local
y que por lo mismo serían ahora testimonio de una presencia
histórica importante en la vida de la ciudad, hayan sido desechados
y reemplazados por edificios, ni siquiera pensados a tono
con una cultura arquitectónica precedente.
Por fortuna, el archivo fotográfico de Cali brinda la valiosa
posibilidad de conservar, para la memoria de propios y extraños,
la imagen de muchos de esos conjuntos ahora desaparecidos
y, también transmitirla a las generaciones futuras, para que
no sean privadas “de una parte de la conciencia de su propia
duración”
Aprendamos del viejo mundo y no sigamos destruyendo y alterando
valores arquitectónicos acumulados cuya pérdida ”no puede
ser compensada ni siquiera por creaciones de alta calidad”.
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